El embarazo durante la adolescencia es algo muy complicado, porque tiene efectos que cambian radicalmente la vida de las jóvenes. La primera complicación es que ni siquiera se tiene claro cuándo se es adolescente y cuándo una mujer adulta.
Tampoco es lo mismo cuando la joven tiene 17 años y vive en una ciudad, que cuando tiene la misma edad pero vive en una comunidad rural. Hay muchos factores que determinan las diferencias: las costumbres, las oportunidades de estudio, las oportunidades de trabajo, el nivel económico, la cantidad de información que se tiene... En fin: es todo un embrollo. Lo que no cambia es que ese embarazo marcará, para bien o para mal, el proyecto de vida.
Una desventaja para las adolescentes, es que se encuentran en una situación de fragilidad que les impide afrontar su nueva vida en las mejores condiciones posibles. Cuando somos muy jóvenes no tenemos mucha experiencia de la vida, no existe una independencia económica, no se tiene un buen trabajo, no se ha vivido lo que se tiene que vivir durante la adolescencia, falta preparación para abrirse oportunidades. Quizá ni siquiera se tenga claro un proyecto.
Según las estadísticas, entre las mujeres que tienen desde 15 hasta 19 años, se embarazan unas 70 de cada mil. Otro dato importante es que, aunque hay algunos embarazos antes de los 15 años, la inmensa mayoría se dan después. Lo malo es que, cuando se habla del embarazo de las adolescentes, casi siempre se hace desde puntos de vista incompletos.
Una posibilidad es ver el conflicto a través de números y estadísticas, pero no debemos olvidar que es un problema de personas. Que sean muchas o pocas no importa mucho; para quien está en la situación es enormemente complicado. Otra forma de verlo es desde el punto de vista moral: se discute si es bueno o malo, si es pecado, si se trata de una especie de "castigo divino". Nunca falta el necio que califica.
También se le ve como una complicación que debe ser resuelta por la muchacha sola. Por alguna razón extraña, casi siempre los varones -los que contribuyeron al embarazo-, brillan por su ausencia. Ni siquiera sabemos si ellos querían ser tomados en cuenta o no; como en un pacto no hablado, entre todos fingimos que no existen.
Como sociedad, el embarazo adolescente es algo que nos debería importar. ¿Cómo hay que ayudar a minimizar sus efectos y a buscar la manera de prevenirlo? No como números, ni como falta cometida y tampoco como castigo. Es cierto que cuidarse y evitar un embarazo antes de tiempo, tampoco da pase automático a una vida adulta maravillosa y sensacional; pero cuando hay un embarazo inesperado, el grado de dificultad aumenta.
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